Historias de Valle Fértil: La "Banda de los Gomeros" y el violento atraco al Museo Piedras del Mundo

La noche de 1 de marzo de 2002, una banda golpeó y asaltó a la familia dueña del Museo Piedras del Mundo de Valle Fértil. Conoce la trama y los personajes que cometieron ese violento asalto.

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Ninguno de los cuatro admitió jamás que fueron los autores del atraco. Pero la conclusión es que todos ellos, y otros más que nunca identificados, idearon pacientemente el plan del asalto en la gomería de calle Cipolletti en Chimbas donde se juntaban habitualmente. Allí aceitaron la logística y prepararon ese viaje a Valle Fértil que culminó con el violento robo a la familia Merenda Sánchez y al Museo Piedras del Mundo de Usno.

Hay quienes bautizaron al grupo como la “Banda de los Gomeros”. Fue uno de los golpes armados más recordados, por el botín al que apuntaron los delincuentes y por el lugar elegido: una propiedad rural situada a 2 kilómetros del pueblito de Usno y a 9 de Villa San Agustín en Valle Fértil.

Oscurecía y eran las cerca de las 21 del viernes 1 de marzo de 2002. Los Merenda Sánchez se acomodaban para cenar. En esos instantes se escucharon que alguien llamaba afuera golpeando las palmas. Osvaldo Merenda, el hijo mayor de la familia, caminó hasta la puerta y vio a unos hombres en la entrada de la finca.

El atraco

Pensó que se trataba de turistas y fue atenderlos. El hombre que estaba adelante del resto se le acercó, lo saludó y preguntó si sabía dónde quedaba Usno. Ahí nomás le pidió que le convidara un vaso de agua. Pero antes que Osvaldo Merenda respondiera, el desconocido sacó un revólver y lo encañonó.

De repente sintió un golpe en la cabeza y cayó al piso, y cuando se dio cuenta tenía a más de cuatro hombres que le pateaban la cara y todo el cuerpo. Uno de esos desconocidos le ordenó que no se moviera y se quedó apuntándole con una escopeta. Los otros caminaron hacia la casa, mientras se ponían capuchas en sus cabezas.

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Golpeado. Osvaldo Merenda tras el asalto que sufrió. Foto de Diario de Cuyo.

Entraron pateando la puerta y dejaron paralizados a Alfredo Merenda y a su esposa María Sánchez, los padres de Osvaldo, y su otro hijo Gabriel, que no entendían nada. Pronto descubrieron que era un asalto, cuando empezaron a ser zamarreados y encañonados con armas de fuego.

Como no había luz eléctrica, los delincuentes tomaron una vieja lámpara y una linterna para alumbrarse. A don Alfredo y a su mujer los sentaron en los sillones y les ataron las manos y los pies con trozos de sábanas que sacaron de los dormitorios y rompieron. A Gabriel lo tomaron de un brazo y le ordenaron que indicara dónde estaba la plata. Le dieron algunos golpes y le juraron que iban a matarlos si no colaboraba.

El botín

El muchacho de 26 años sacó 730 dólares y 1.000 pesos que guardaban en una caja de cartón producto de la recaudación del museo. Después los llevó al dormitorio de sus padres y les entregó 7.500 dólares que provenían de la venta de una propiedad en San Juan. Pero los ladrones no se conformaron con eso y exigieron que los acompañara al museo. A todo eso, ya había hecho entrar a Osvaldo Merenda al comedor y lo inmovilizaron con otros retazos de tela.

La noche del atraco robaron más de 8 mil dólares, costosas piedras de colección y un trozo de meteorito, según la denuncia.

En realidad, los sujetos apuntaban al museo. De las vitrinas tomaron el pedazo de meteorito de casi medio kilo que los Merenda atesoraban como la estrella del museo, lo mismo que una gema Aguamarina valuada en 15 mil dólares, esto dicho por el propio Osvaldo Merenda en una entrevista a Diario de Cuyo. Además, se llevaron esmeraldas y otras piedras de colección. Todo esto valuado en 100 mil dólares, dijo en ese entonces el damnificado.

Cena y brindis

Cuando Gabriel no les hizo falta, lo maniataron en un sillón junto a sus padres y su hermano mayor. Pero faltaba más. La osadía de la banda fue tal, que buscaron burlarse o humillar a la familia. Porque volvieron a la cocina, se acomodaron en la mesa y se sirvieron de la comida de sus víctimas. Uno de los ladrones hasta abrió la heladera y descorchó una sidra para compartir como si estuviesen en un festín.

Se estima que los asaltantes estuvieron casi dos horas en la casa. Antes de marcharse, pusieron unos muebles en algunas de las puertas para impedir que salieran detrás de ellos. También se apoderaron del único celular que había en la casa y desinflaron las cubiertas de los dos vehículos de la familia. Mientras eso sucedía, los Merenda escuchaban ruidos de al menos un vehículo que iba y venía por el frente de la casa.

La banda se quedó deliberando y repartiendo el botín afuera de la casa. Estuvieron un rato largo, en ese ínterin María Sánchez consiguió liberarse y desató los nudos que sujetaban a su esposo y a sus dos hijos. Sabiendo que los asaltantes estaban todavía en la propiedad, escaparon por una puerta lateral y corrieron por los fondos hacia el río Usno. Miraron hacia atrás y vieron dos vehículos.

Osvaldo le dijo a sus padres y a su hermano Gabriel que se ocultaran detrás de un paredón el río, que él iba a correr hasta el puesto policial a pedir ayuda. Así lo hizo, se escabulló por medio del campo bajo la luna llena de esa noche y llegó al destacamento de Usno. Desesperado y con la cara desfigurada por los golpes, le contó al único agente que se encontraba en ese puesto que acababan de asaltarlos en su casa y que los ladrones todavía estaban allí. Dijo que andaba aparentemente en una camioneta blanca y un Renoleta.

La persecución

Ese policía se comunicó de inmediato por radio a la Seccional 12da, Valle Fértil. En cuestión de minutos, los oficiales José Cejas y Bruno Noriega salieron a toda velocidad a bordo de un móvil en dirección al Museo de Piedras del Mundo por la ruta 510. En el momento en que se aproximaban a la propiedad vieron que venía un vehículo de frente, entonces pusieron las balizas y le hicieron juegos de luces para que se detuviera, pero el conductor pasó de largo.

Los policías de la patrulla dieron la vuelta y se inició una furiosa persecución por la ruta 510, hasta que la Ford F-100 blanca de él o los sospechosos se metió por un camino en la zona La Majadita y ahí los encerraron. Su conductor se bajó con las manos en alto y lo primero que dijo fue que no sabía que lo seguían a él.

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Detenidos. A cinco días del atraco, la Policía detuvo a los cuatro implicados. Foto de Diario de Cuyo.

Esa persona era Carlos Eduardo Benegas Pinto, un mecánico y gomero que aseguró que estaba volviendo a San Juan después de pasear por el Valle de la Luna. No llevaba nada comprometedor, pero no se explicaba qué hacía solo y a la medianoche por esa zona. De todas formas, lo dejaron detenido para averiguar si tenía relación con el asalto.

Hasta ese momento, no había nada contra este hombre dado que las víctimas no lo identificaron como uno de los asaltantes, aunque afirmaron que anteriormente había ido a visitar al museo. Y si bien habían visto una camioneta blanca, podía ser pura coincidencia. De hecho, como en principio no existían pruebas en su contra, Benegas Pinto fue liberado el lunes.

Las primeras pistas

En esos empezaron aparecer evidencias. Encontraron un bolso con dos revólveres y otra arma tirada al costado de la ruta 510, justamente, en el trayecto por el que persiguieron a la Ford F-100. Los policías entrevistaron a los vecinos de la zona y hubo quienes aseguraron que ese día vieron merodear a una Ford F-100 blanca con carpa azul por los alrededores de la casa de los Merenda.

La camioneta de Benegas Pinto también tenía carpa azul en la caja. Otro dato revelador fue que los investigadores descubrieron que Benegas Pinto había arribado el mismo 1 de marzo de 2002 junto a su esposa y sus tres hijos, con quienes se hospedó en una cabaña de La Majadita. Lo curioso es que, ese día en horas de la tarde, despachó a su familia a Villa San Agustín y se quedó solo.

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Secuestro. Los policías encontraron gran parte del botín enterrado cerca de la cabaña que alquiló el mecánico. Foto de Diario de Cuyo.

Para más sorpresa, el dueño de la cabaña de La Majadita contó que conocía a Benegas Pinto debido que había alquilado ese lugar otras veces. Relató que a mediados de enero de ese año estuvo allí con otra mujer y tres niños y se mostró interesado por conocer el museo de piedras. Agregó que en marzo también estuvo allí, pero fue con otros hombres. Los Merenda aportaron algo más a ese testimonio, pues recordaron que Benegas Pinto visitó su complejo en esas dos oportunidades.

Paralelamente, surgieron más declaraciones que señalaron que esa noche del asalto vieron una Renoleta celeste y un auto Fiat Landa estacionado en la puerta del Museo de Piedras del Mundo. Dio la coincidencia que los gendarmes que hacían control en Niviquil, Jáchal, registraron el día 2 de marzo el paso de un Fiat Landa con tres personas.

Datos reveladores

Para entonces, el oficial Raúl Córdoba –que se retiró de la Policía con el cargo de comisario general- y otros policías de la Brigada de Investigaciones de la Central venían averiguando sobre los movimientos de Benegas Pinto. Así determinaron que este gomero poseía un Fiat Landa y que días antes del atraco sacaron un permiso para que ese vehículo fuese conducido por Carlos Alfredo Brizuela, un empleado suyo. También establecieron que éste y Cristian Armando Guzmán, otro supuesto empleado del gomero, habían andado por Valle Fértil y Jáchal. Los investigadores ataron cabos: Guzmán tenía una condena por asalto a mano armada junto a otro delincuente.

Las sospechas se cerraron en torno a todos ellos cuando los policías exhibieron un álbum fotográfico a Osvaldo Merenda para ver si reconocía a los asaltantes que lo emboscaron en la puerta de su casa el 1 de marzo de 2002. Lo sorprendente fue que señaló las fotos de Carlos Brizuela, a Cristian Guzmán y un tal Marcos Ariel Tejada como los hombres que lo atacaron. ¿Pero quién era este último?, el compañero de andanzas de Guzmán, quien también había sido condenado por robo.

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Un reincidente. Este es Cristian Guzmán. Cuando lo detuvieron por el robo al museo ya cargaba con una condena por robo junto a Tejada.

El 6 de marzo de 2002, los policías de la Brigada de Investigaciones detuvieron a Benegas Pinto en su casa en Rivadavia. En otros allanamientos realizados en La Bebida y Chimbas apresaron a Brizuela, Guzmán y Tejada. Tras sus detenciones descubrieron que las mochilas en las que guardaron las piedras y el meteorito había sido enterradas a metros de la cabaña donde estaba hospedado el mecánico y gomero.

Así cayó la llamada “Banda de los Gomeros”, aunque no se pudo identificar a los otros dos o tres hombres que participaron del atraco. Porque se creen que fueron al menos seis. Y que esos otros que faltó identificar andaban con Tejada en el Renoleta celeste.

Todos ellos nunca admitieron haber participado en el atraco. El mecánico afirmó que fue a pasear a Valle Fértil. Brizuela y Guzmán reconocieron que trabajaba para Benegas Pinto, pero aseguraron que el día del atraco fueron a Jáchal a hacer un auxilio mecánico. Tejada, por su parte, se justificó con el argumento de que conocía a los otros tres, pero aclaró que esa semana estuvo trabajando en Mendoza.

Las condenas

Los cuatro acusados fueron juzgados entre febrero y marzo de 2004 por el delito de robo agravado por el uso de arma, en despoblado y en banda. La fiscal Leticia Ferrón de Rago dio por acreditado que ellos y otros hombres que no fueron identificados se dividieron las tareas y cometieron el atraco contra la familia Merenda Sánchez.

En su acusación sostuvo que Benegas Pinto hizo el estudio previo con esos viajes realizados a Usno en enero y febrero y su visita al Museo de Piedras del Mundo. Explicó que, según la investigación, el día del atraco se fue con su familia para usarlos de pantalla, pero luego los envió de regreso a San Juan y él se encontró con el resto de la banda en La Majadita. Y que él hizo de apoyo logístico al resto de la banda y los esperó en su camioneta lejos del museo mientras perpetraban el asalto.

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De joven. Marcos Tejada en una de sus estadías en la cárcel. Esa foto fue tomada en el 2002.

Brizuela y Guzmán, por su parte, se movilizaron en el Fiat Lada que les dio el mecánico, de acuerdo a la acusación. Y que Tejada junto a los otros asaltantes se trasladaron en la Renoleta. Una de las víctimas reconoció a estos tres últimos como los asaltantes que lo golpearon y redujeron en la puerta de su casa. Esa fue una prueba que no pudieron contrarrestar.

El abogado Diego García Carmona –ya fallecido- presentó testigos que abonaron la teoría de que Guzmán y Brizuela viajaron a Jáchal sólo por un auxilio mecánico. También sostuvo que no existían pruebas contra el mecánico. Nada alcanzó. Los jueces Héctor Fili, Ricardo Conte Grand y Eduardo Gil condenaron a los cuatro acusados.

A Héctor Benegas Pinto le dieron un castigo de 7 años y 6 meses de prisión. Carlos Alfredo Brizuela, su empleado, recibió la pena de 7 años. A Cristian Armando Guzmán lo condenaron a 8 años y 6 meses de encierro. Y a Marcos Ariel Tejada, a 9 años de cárcel. Para estos dos últimos la pena fue más dura porque tenían una condena anterior.

Todos cumplieron su condena en el penal de Chimbas. Guzmán fue el penúltimo en salir, en el 2020, y no regresó más. El que no se compone más es Marcos Tejada. Por los robos que tenía en su haber le impusieron una pena única de 27 años de cárcel y a mediados de 2020 empezó a gozar de las salidas transitorias.

El 12 de diciembre de 2020 lo detuvieron después de que salió con sus habituales permisos de la cárcel. Sucede que descubrieron que él junto a Claudio Arustiza, otro reo con salidas transitorias, fueron los motochorros que tres días antes asaltaron el local de San Juan Servicios de calle Tucumán, en Concepción, de donde se llevaron 530 mil pesos en efectivo. Los identificaron por las grabaciones de las cámaras de seguridad, además en sus casas les encontraron parte del botín. Por esa causa, Tejada sigue preso en el Servicio Penitenciario Provincial.

Nota publicada en TIEMPO DE SAN JUAN

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